Siguiendo una iniciativa que he visto en el blog de Thiago (que a su vez la tomó de otro blog), voy a colgar una poesía de Miguel Hernández, junto con Antonio Machado y Lorca, los ilustres machacados de la guerra civil.
Mi poesía favorita de Miguel Hernández es la Elegía a Ramón Sijé, poema que me sé desde hace eones y que me pone la piel de gallina cada vez que la oigo o la declamo... para mi gusto forma junto a las "Coplas a la muerte de su Padre" de Jorge Manrique y el "Funeral Blues" de W. H. Auden, el podio de las elegías de la literatura (al menos de lo que he leído yo).
Pero siendo de las más conocidas, no voy a poner esa, sino la primera poesía que leí de M. Hernández en mi vida, en uno de los libros de lengua española que estudién en la E.G.B., este poema me impresionó vivamente y siempre lo he recordado desde entonces:
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,d
onde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!
Uno no puede evitar leer la primera estrofa y ver la línea continua que va desde Góngora hasta nuestros días.
Mi poesía favorita de Miguel Hernández es la Elegía a Ramón Sijé, poema que me sé desde hace eones y que me pone la piel de gallina cada vez que la oigo o la declamo... para mi gusto forma junto a las "Coplas a la muerte de su Padre" de Jorge Manrique y el "Funeral Blues" de W. H. Auden, el podio de las elegías de la literatura (al menos de lo que he leído yo).
Pero siendo de las más conocidas, no voy a poner esa, sino la primera poesía que leí de M. Hernández en mi vida, en uno de los libros de lengua española que estudién en la E.G.B., este poema me impresionó vivamente y siempre lo he recordado desde entonces:
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,d
onde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!
Uno no puede evitar leer la primera estrofa y ver la línea continua que va desde Góngora hasta nuestros días.