En Melilla dejé mi primer amor. La primera vez que volví, me di cuenta de lo pronto que te puede llegar a olvidar la mayoría de la gente y de como, ante un rumor me señalaba por primera vez por la calle.
En Málaga, estuve siete años y, al igual que en Melilla, sabía que si quería trabajar en lo que me gustaba, tendría también que marcharme tarde o temprano.

En Málaga me involucré en la representación de gente, asociaciones y política, de todo ello me quedó la sensación de que la gente nunca te agradece nada de lo que hagas por ellos (pero siempre se quejarán si no colmas sus espectativas) y un gran asco hacia todo lo que suene a política.
A Madrid llegué para hacer un Master de un año, sabiendo que, probablemente, estaría allí sólamente el año que duraba. Era ya un referente en mi vida, estar en ciudades en las que sabía que tenía un tiempo de estancia limitado, ciudades con fecha de caducidad. A estas alturas, uno ya sabe que la mayoría de las relaciones que establece en estas también tienen fecha de caducidad.

A Cartagena llegué hace dos años y medio; es la primera ciudad a la que he llegado sin saber cuando me voy. Vine sabiendo que, probablemente, estaría un mínimo de cuatro años.
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A qué viene todo este rollo... esta tarde he recibido un DVD con los videos y fotos de la graduación de mi Master del Universo de Madrid, y cuando me he puesto a pensar en como era entonces y en como soy ahora, no puedo menos que sentirme orgulloso de lo que soy, de lo que he conseguido, de haberme hecho más fuerte, de llevar con dignidad mis cicatrices y sé que me quedan muchas fuerzas para lograr los objetivos que veo que aún me quedan por delante.

A veces pienso que mi vida es una mierda, pero hoy no, hoy no tocaba ser gilipollas.