Hoy, 13 de octubre, seguro que habéis leído en muchos sitios que se cumplen 75 años desde que Unamuno fue destituido como concejal de Salamanca y fue privado del Rectorado de la Universidad de Salamanca (por segunda vez) y de todos los demás cargos menores que ostentaba.
Todo esto fue consecuencia del discurso que este 12 de cotubre cumplió 75 años, en el que por primera vez (y seguramente por última hasta la muerte de Franco), una personalidad se atrevía a enfrentarse pública y frontalmente con la dictadura.
Todo esto fue consecuencia del discurso que este 12 de cotubre cumplió 75 años, en el que por primera vez (y seguramente por última hasta la muerte de Franco), una personalidad se atrevía a enfrentarse pública y frontalmente con la dictadura.
El día 13 del corriente, el ayuntamiento de Salamanca le ha restituído el acta de concejal... pero digo yo, en vez de tapar este oprobio, no sería mejor para no perder la memoria de este acto, no restituirle el acta y por contra poner una placa en la fachada que diga que "El 13 de octubre de 1936, el fascismo gobernante en la ciudad privó al Rector de la Unidad de Salamanca y cabeza de la Generación del 98 de su acta de concejal de la ciudad de Salamanca, para vergüenza de esta ciudad y de toda España" o algo así... hace mucho tiempo que pienso que es un error pensar que la memoria histórica sea arreglar lo que se hizo que, en la mayoría de los casos, ya no tiene solución... me parece mucha mejor idea sacar las vergüenzas a la luz, a veces este país necesita que le recuerden lo miserable que ha sido con los suyos.
Reproduzco el texto de Hugh Thomas sobre el enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray... me lo copié de la red, pero no recuerdo de donde.
"Otro hecho notable que conmovió las líneas de batalla fue el cambio de actitud de los más eminentes intelectuales de la España anterior a la guerra. En su mayor parte se encontraban en la España republicana al ocurrir el alzamiento. Firmaron un manifiesto en el que se pedía apoyo para la República. Las firmas de este manifiesto incluían las del médico y biógrafo doctor Marañón, el embajador y novelista Pérez de Ayala, el historiador Menéndez Pidal, y el prolífico escritor y filósofo José Ortega y Gasset. Sin embargo, el efecto de las atrocidades republicanas y de la creciente influencia de los comunistas hizo que estos hombres, que habían tenido una parte tan importante en la creación de la República en 1931, aprovecharan cualquier oportunidad que tuvieran a su alcance para marchar al extranjero. Una vez allí, retiraron su apoyo a la República. Un camino enteramente contrario fue el seguido por el filósofo vasco Miguel de Unamuno, autor de “El sentido trágico de la vida” y portaestandarte de la generación del 98. Como rector de la Universidad de Salamanca, se encontró al principio de la guerra civil en territorio nacionalista. Todavía el 15 de Septiembre, continuaba apoyando el movimiento nacionalista en su “lucha por la civilización contra la tiranía”. Pero el 12 de Octubre había cambiado. En esta fecha, día de la Fiesta de la Raza, se celebró una gran ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaba presente el obispo de Salamanca, se encontraba allí el gobernador civil, Asistía la señora de Franco. Y también el general Millán Astray. En la presidencia estaba Unamuno, rector de la Universidad. Después de las formalidades iniciales, Millán Astray atacó violentamente a Cataluña y a las provincias vascas, describiéndolas como “cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo del paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: “Viva la muerte”. Millán Astray dio a continuación los habituales gritos excitadores del pueblo: “¡España!”, gritó. Automáticamente, cierto número de personas contestaron: “Una “. “¡España!”, volvió a gritar Millán Astray. “¡Grande!”, replicó su auditorio, todavía algo remiso. Y al grito final de “¡España!” de Millán Astray, contestaron sus seguidores “¡Libre!”. Algunos falangistas, con sus camisas azules, saludaron con el saludo fascista al inevitable retrato sepia de Franco que colgaba de la pared sobre la silla presidencial. Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, que se levantó lentamente y dijo: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso – por llamarlo de algún modo – del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo – y aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado que se encontraba a su lado - quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona”. Se detuvo. En la sala se había extendido un temeroso silencio. Jamás se había pronunciado discurso similar en la España nacionalista. ¿Qué iría a decir a continuación el rector? “Pero ahora – continuó Unanumo – acabo de oír el necrófilo e insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor.” En este momento, Millán Astray no se pudo detener por más tiempo, y gritó: “¡Abajo la inteligencia!” ¡Viva la muerte!”, clamoreado por los falangistas. Pero Unamuno continuó: “Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.” Siguió una larga pausa. Luego con un valiente gesto, el catedrático de derecho canónico salió a un lado de Unamuno y la señora de Franco al otro. Pero esta fue la última clase de Unamuno. En adelante, el rector permaneció arrestado en su domicilio. Sin duda hubiera sido encarcelado, si los nacionalistas no hubieran temido las consecuencias de tal hecho. Unamuno moría con el corazón roto de pena el último día de 1936."
8 comentarios:
Hay pocos discursos que merecen la pena ser recordados, y este es uno de ellos. Y aunque Unamuno falleció poco después creo que en parte fue afortunado y se libró de ver en lo que se convirtió España durante la guerra y la posguerra.
Unamuno sí que fue un valiente y los demás, simples aprendices...
Millán...prefiero a Salcedo.
Estoy totalmente de acuerdo con tu idea de la memoria histórica. Hay que recordarlo todo, los grandes momentos de gigantes como Unamuno y también las miserias de enanos como Astray
Desconocía este hecho histórico, tan bien narrado.
Coincido con tu apreciación, me huele a burla los actos de "recuperación de memoria histórica" de este tipo.
beso,
Este mundo como siempre dividido entre buenos y malos (ya sabes que eso siempre me cabrea). Gracias a este tiempo en que tanto tú como yo podemos decir lo que queramos. Gracias por el post y el recuerdo a Unamuno, que es uno de mis escritores y pensadores favortitos, dicho sea de paso).
Satrfighter, me da que él sabía ya perfectamente lo que se venía encima... después de toda una vida queriendo regenerar Edpaña acabar así tuvo que ser muy duro.
Mm, con usted, eso sí que es jugarse un linchamiento y lo demás tonterías.
Supersalva, donde va a parar, Astray seguro que no sabía ni donde estaba Móstoles.
Sufur, Duquesa, lo malo de parchear de esta manera es que después parece que no pasó nada... es como una destrucción de pruebas.
Padre, lo que más me admira de este texto, es que Unamuno es coherente con su pensamiento, cuando lo más fácil (y algo muy habitual), es que los pensadores se adapten a su entorno para evtar problemas, aunque entre en conflicto a vces con lo que han dicho.
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